Fluidez, calma y tranquila o rápida y tempestuosa. Lo mejor es que todo fluya, como el río por su cauce hasta llegar al mar. En algunos tramos sereno y, en cambio, en otros embravecido y furioso. Pero, por muy largo o corto que sea el cauce, todo tiene un final, siempre hay un mar esperando a que llegues a él, una cima esperando ser coronada, aunque muchas veces nos olvidemos que lo importante no es el fin, sino el camino que recorremos para llegar a él.
La vida es precisamente así, se basa en los pasos que damos, lo que hicimos y lo que dijimos queda grabado como una huella en la arena y, al fin y al cabo, vuela, se borra y se vuelve a empezar, se elimina de la memoria o se difumina, pero hay huellas que no son tan fáciles de borrar. Un huracán o un tsunami quizá podría con ellas, pero pocos de esos pasan por nuestras vidas sin llevarse algo más a cambio. Como canta Fito en una de sus canciones "podrás borrar las huellas, no el camino".
Muchos estaréis pensando que me he vuelto loca definitivamente o que me ha tenido que pasar algo para hacer este tipo de reflexiones. En cierto modo es un poco de las dos.
Ayer pensé que cuando confiesas algo a alguien, indirectamente, estás admitiendo una verdad que, posiblemente, aun no quieras admitirte a ti mismo. Ciertamente es así y sino, ¿cuántas veces hemos evitado contar algo que nos ocurrió con la esperanza de que se nos olvide pronto? ó ¿cuántas veces no hemos querido admitir una pérdida y por ello no lo decíamos a nadie? ó ¿alguna vez habéis evitado decir "te quiero" por miedo a la realidad que esas palabras conllevan?
El miedo de admitir nuestra propia verdad, nuestra propia realidad, es lo que nos empuja muchas veces a callar esas palabras que están deseando salir. Aunque precisamente por eso, los hechos valen más que las palabras. Puedes evitar decir un "te quiero" pero no hacerle una caricia, puedes evitar decir "lo siento" pero no la mirada arrepentida, puedes evitar decir "te echo de menos" pero no una lágrima. Todas esas cosas que no podemos evitar, llevan palabras asociadas, pero sin ellas también se admite la realidad a la que tanto nos resistimos, la que tanto miedo nos da.
Pablo Neruda escribió una vez "en un beso sabrás todo lo que callado" y ahí es donde queda latente el sentimiento, en el hecho, no en las palabras que no se dicen sino en lo que se hace, lo que nos hace sentir.
Debemos aprender a valorar el camino que andamos, respetarlo y concienciarnos de que realmente lo que más vale no es lo que decimos sino lo que callamos. Aprender que el miedo es cobarde y que quien no arriesga, no gana. Debemos ser valientes, echarle coraje y seguir adelante, porque como dijo Machado "caminante no hay camino, se hace camino al andar".
Andemos.